La centralización política es esencialmente la concentración del poder de un estado en una capital o ciudad principal. El centralismo no es ni bueno ni malo, aplica o no dependiendo de las características geográficas y poblaciones del país en cuestión, así, en un país pequeño y con provincias poco habitadas el centralismo puede constituir una opción viable para la vida política y económica de la región. En los países grandes, por el contrario, el centralismo tiende a ser poco representativo y normalmente crea una brecha cultural, social y política entre las provincias y la ciudad central del sistema.
El centralismo, para su mejor comprensión, debe ser visto en oposición a los sistemas que optan por dar un mayor peso a la autonomía de las regiones. El federalismo, por ejemplo, parte de un espíritu de reconocimiento de la pluralidad posible entre la población de un país y confiere a cada región un poder autónomo para regir la vida pública, lo cual tiene consecuencias en el orden social y económico.
Cabe decir del Centralismo que su aparición obedece directamente al auge del sistema económico capitalista en la era que se ha dado en llamar Modernidad, principalmente a partir del siglo XIX. Casos notorios de conflictos por la instauración de sistemas centralistas son el Alemán, el Español y el Italiano. En estos tres es observable un origen histórico regional diverso y una imposición violenta de un estado centralista unificador. La Guerra Civil Norteamericana tuvo de fondo una confrontación similar, al igual que los enfrentamientos en México precisamente entre Centralistas y Federalistas en la post-independencia.
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